lunes, 1 de diciembre de 2008
Cosas de Tiempo
Sobre un fondo blanco, una mancha que se deshacía y se hacia, se desviaba y no tenia rumbo. Se chocaba con algo y cambiaba de color. Volvía, y no llegaba. Manuel se tambaleaba lentamente. De pie, se mecía hacia un lado y hacia otro. Las suelas siendo parte del suelo, asi y asa. Miraba la puerta, indiferente, con los ojos perdidos, enfocado en otro mundo. Enfermo, cuerdo, como todos, pero diferente. Eso, y un ruido de llaves, una tos, una lágrima que escapaba de sus ojos. Eso, y Planto, que entraba por la puerta rota, gesticulaba, tosía una vez, y trataba de distenderse con el noble acto de saludar por medio de una mirada amable. No habló. Caminó dejando su sombra en cada mancha de humedad. Eso, y en su camino pateó una caja. Ninguno menos Tin estaba contento. Bajo una gran ventana, estaba Tin con casi seis años, sentado indio en el suelo, contando y sacando las minúsculas baldositas de madera. Esas que se intercalan entre si, las sacaba, y las cambiaba de lugar, algunas faltaban. Y en cada esquinita de cada huequito se veía la pelusa acumulada. El fin era cambiar las maderitas en los huecos donde menos pelusa había, el motivo, era útil y entendible para solo algunos, algunos como él, de los que se van, y no vuelven. De todos modos era solo un niño. Planto se detuvo recto frente a Manuel, le dio una cajita de madera. Este la guardo, primero en un bolsillo. No convencido, la paso al otro, y de ahí, directamente al piso. Planto le toco el vientre, tosió y le dio un revolver lleno de arabescos metálicos. Manuel lo agarró, lo cargó, pateó la caja, y disparo. Planto calló sobre las baldosas sucias. Cuando murió, Manuel dejo de tambalearse. Se guardó el arma, vio a Tin que se había pasado a un rincón de la pieza, donde la baba de diablo que flotaba desde la ventana podía tocarlo, lo vio sacar mas maderitas de lo común, una atrás de otra, eso, y encontró un hueco profundo, en el, una cajita. Manuel se acercó irritado, y se la saco... la guardó en su bolsillo izquierdo, luego en el derecho, y ahí la tubo que dejar. Lloró, si, lloró y se secó los ojos, y lo dejó solo en la habitación. Después se fue, y serró con llave. Y aunque volvería algún día, cuando Tin tenga su edad, no se sentía consolado. El compromiso hace a la perdida del goce de las acciones para gozar, eso estaba escrito en la pared hace mas de un billón de años. El tiempo, la compañía, el planeamiento y el alejamiento definitivo de alguien, no es motivo de goce. El compromiso y el no goce, crean pelusa negra en el tiempo. Ese cuarto sin viento, hace más de un billón de año, seguía siendo solo crueldad.
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