La primera vez que volví, lo empujé, lo llamé a gritos y no me respondió. Decidí darle un tiempo y ocuparme de otras cosas. La segunda vez que volví, se me hizo muy difícil mirarlo, así que me fui. La tercera vez entré casi corriendo, lo miré y lo agité violentamente, pero no respondió.
Un día apagué la luz, cerré todas las ventanas y después la puerta, ahora no se como revertirlo. Ya no se quien es y porque lo espero, siempre tiene la misma edad y está en la misma habitación. Si es posible, voy a tener que viajar, dejar de ser yo y olvidarme de él.
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