lunes, 24 de noviembre de 2008

NUNCA FALTARÁ ABRIGO


Es simple: El decía que la amaba

Y ella que no lo conocía.

El
En el lugar que todos conocemos y nacimos: Lavó sus párpados y pestañas una vez más, pensando en lo que dejaba, en lo que perdía y lo que nunca pudo tener, en la infelicidad y el abandono que acababa de sufrir. En que nunca ella le perteneció. En que nunca ella lo quiso como él la quiere. En que nunca más la tendrá. En todas las cosas que escuchó para luego saber que no valían ni un poco de todo lo que él había creído. En todas las ilusiones ahogadas y los perdones que no ofrecían más que cortesía. Pudo terminar de escribir sobre la servilleta del bar, que se incineraba lentamente bajo el sol reflejado en el cristal de la ventana. Y solo luego de poner punto final, su enfermedad lo alcanzó. El murió y despertó en su mundo, con ojos expectantes de bebe, pero tristes.

Ella
En el bar, en la misma silla: Bañó sus pestañas con sal, dejó deslizar el filo sobre la intersección de sus venas, y con sus últimas fuerzas y la servilleta sucia encontrada bajo su asiento, cubrió sus heridas, tiñendo el papel de rojo. Tiñendo el papel con vida. Con más de la que tenía. La segunda muerte en el bar. El segundo nacimiento en el mundo de él.

En la servilleta:
Sobre nubes de tinte rojo:
Y solo quedará la luz apagada de cada habitación repleta de polvo. Y en cada esquina de respiro, en cada edificio, solo hará presencia el aire que alguna vez vivió allí. Las llamas se abrazarán con el viento. Se oirán las paredes derrumbarse sobre la soledad atacada por los recuerdos y las voces perdidas, que solo repetirán mi nombre una vez más antes de desaparecer. Serán dulces las lágrimas, agrio cualquier desbalance en el clima y la realidad inestable sobre los cuerpos cuerdos. Las cosas se desmoronarán y la incoherencia será cotidiana. Nada será recto y los caminos no guiaran a ningún lado. Será un país de maravillas. Solo que sin ellas. Nada volverá a dibujar una sonrisa. La luz dejará de existir, y solo será una noche entre pasto y árboles húmedos. El frío congelará la valentía, y la ausencia de sonido, luego de llegar la nada, aturdirá los tímpanos de las personas que solo se encuentran a centímetros sin poder verse ni sentirse. Los ojos brillarán entre el azúcar hecho agua, y la ropa abrigada nunca faltará. Sólo una vez por año será de día. Un día de invierno helado, con restos de hojas caídas, y una brisa que solo dejará ver los guantes de lana y los rostros de los demás cubiertos por bufandas y pasamontañas. Ese único día al año, la gente se verá, algunos se reconocerán, y otros estarán tan solos que no aguantarán la tristeza y una vez que sientan su primer toque, estallarán en penas y lágrimas, deshidratando sus sentimientos, cayendo estáticos sobre el frió del suelo. Porque en este lugar, la soledad no se siente, porque en este lugar, viven de soledad. Y es como si no estuviera. Es como el aire que todos olvidan que respiran.
Serán vientos que den más vida, que acostumbren la soledad, esta soledad que solo una vez al año se va. Y es de día. Es un día de enfermedad y agonía para todos. Un día en el que recordarán sus tiempos normales, y sentirán nostalgia del espacio libre a su alrededor. Y si alguien muere es solo porque lo quiere, y de esa manera solo se morirá de amor.

En el mundo de él:
Serán vientos que den más vida, que acostumbren la soledad: Uno de esos días, entrando a un edificio todavía en llamas, pateó algo. “Una piedra” pensó, pero no era una piedra. Era de madera o algo parecido, pero no era una planta o una rama, era rectangular, y estaba compuesto de capas. Y en cada una de esas capas: símbolos, letras. Un libro ahí, ahí donde un papel secante era el cielo y una pluma un rayo de su dios. ¿Qué hacia un libro ahí?Jamás había leído, vio todos esos símbolos y se prolongó un silencio alrededor, cuando sus ojos nublados y vidriosos por el frió dejaron de ser acariciados por el humo y el calor. Un golpe lo despertó adentro, y todos esos símbolos, ahora podían leerse. Todo el frió se desvaneció y la sensación era horrible, el lugar era incómodo y el calor no se aguantaba, pero su vista no se despegaba de las frases impresas ahí. Y casi terminándolo, atraído por una necesidad reinante y propia de algo escrito que le decía que hacer, decidió sentarse sobre el piso con sus piernas cruzadas. Y desde una de las ventanas a punto de ser abrazadas por el fuego, podía vérselo a él sentado sobre el piso de madera leyendo la última hoja y siendo cubierto por las llamas en el punto final. Nunca se supo más nada sobre aquel hombre creador. Pero sí de ella, que al entrar al edificio, encontró un libro y leyó sobre un mundo de maravillas, lleno de ellas. Y solo luego de morir entre las llamas pudo despertar en el universo del libro, y encontrarse con él sentado allí.
El, que dice que no la conoce, y ella que lo necesita para no desaparecer.

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