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Escondo y grito para que me oigan escondiendome
Un sol que deja ver todo
Una llama en una vela que ilumina cuando mi pecho no da más. La entrada al pasado oscuro de ese adolescente perdido, drogado, borracho, la que en grande y encerrada soltó la libertad descontrolada y un olor fuerte a sangre y a poca luz, a largas y oscuras distancias, a momentos únicos. Suaves resplandores titilantes, voces suaves, golpes suaves, profundos, una soledad que no existe pero duele. Mierda, dolor de todo.
A todo le atribuye una atroz tortura, una fusión de legados de frases de acoso y de presiones, de palabras rápidas, densas y que dicen que es lo incorrecto y que esta bien, para ver siempre a donde hay que ir y a donde esta el tren y cuando llega. Los pibes sueltos y solos, sus letras cortadas punzan. Lo que es caer, la ironía triste, el miedo a la ceguedad. Sangre en las manos de todos, desde el parto y hasta la muerte, cercana, cuando no importa, cada vez más cerca de la juventud. Un par de pases y unas zapatillas sucias, rojas, viejas, todas rotas y meadas, un plato, una campera de cuero y hasta la victoria no existe cuando hay que salvarse y no desaparecen los demasiados errores y mucha, mucha droga, mucho vino, mucho techo y ni un poco de encierro. No se muere llorando, fuerzas. Fracturas, echados al piso, gritones como niños, pero diferente, la ropa se estropea, claman piedad, silencio, dolores punzantes en la cabeza, ¿en que estamos pensando y quienes somos? Partes que se agrandan, mucha ignorancia, mucho abandono, mucha mugre como para morir en el piso. Sueño descontrol, quiero que me arranquen todas las partes lisas, toda la conciencia. Sueño con irme a la mierda y dejar todo, que se pudra hasta caerse lo de atrás, que se seque y se valla. En mi caja hay partes y huesitos, hay sexo, frustrado o rojo, o nuevo, o confuso o desleal y a veces humo, cambiarlo por la muerte sacada, por un año de descontrol, por respeto puro a todo y que se valla todo al carajo, ellos y ellas, mierdas, dedos huesudos, acordes tarados, mucha ropa al lado mío, perchas rotas, porque prefiero lo que sale, como hojas de ese tronco. Entro en razón un segundo y me descontrolo al ver que hay una tuca en cada uno de mis bolsillos. Pierdo hasta mi propia credibilidad.
Yo quiero un 5to y muchas ventanas y una vista lenta y una llama que se extinga, se ahogue o se apague y lento no destelle más. Con dejar todo, todo lo que no quiero, ojala expirara mi comida, y que sus pelos se ahoguen, mucha mugre en el piso, mucha sangre, papeles, golpes, un manoteo, por un pasillo. Cera que quema, en el cuerpo, raramente sin remera, mucho frió, olor a sala de espera, a hospital, la cera esta caliente, y quema, y una sensación nerviosa adentro que parece eterna, un dolor de estomago o de pecho, y la cera que relaja, y el amor que se va pero deja su dolor y el sol que no me importa y tu sangre que se seque o te acaricio, compulsión, descontrol, manoteo al plato, vela apagada. Destrucción de neuronas y blanco puro. Y ausencia de pena hacia mí, por los demás. Ya no me importa no tener un estilo reconocido y fijo, este es el mío. Mañana me muero. Nunca me importó.
El juego no es tenerle miedo a la vida, si no a la muerte.
Y si estoy deprimido, voy a decir que soy un cobarde, por no tenerle miedo a la muerte. Que así esta decidido, en algun momento hay que morirse.
jueves, 9 de julio de 2009
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